(Yoga) Darśana-Upaniṣad
Doctrina
secreta del sistema (yoga)
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Introducción
Esta upaniṣad es un
texto de redacción clásica, en el sentido de que se presenta a si misma como
las enseñanzas dadas por el liberado Dattātreya al sabio Saṃkṛti.
Por otro lado, las materias enseñadas se exponen en el orden natural, calcado
sobre el de las indicaciones del aṣṭāṅgayoga de Patañjali.
El mismo título sugiere que se intenta resumir las enseñanzas existentes, lo
cual convierte la obra en uno de los últimos textos existentes en este género
de literatura.
Sin embargo, los autores han
intercalado en diversos lugares del texto lecciones concernientes a materias
que no figuran en los Yogasūtras. Así, por ejemplo, la teoría de
los nāḍīs (canales por los que circulan los alientos
vitales) y una larga explicación sobre la geografía del cuerpo sutil (con sus
montañas, ríos y lugares de peregrinación). De la misma forma, se modifican
ligeramente y se amplían a diez los preceptos ético-morales (yama y niyama).
La Yogadarśanopaniṣad
está dividida en diez kāṇḍas (capítulos o secciones) de
longitud desigual. Resulta sorprendente la desproporción que existe entre estos
distintos capítulos: diez estrofas (ślokas) para el samādhi
frente a cincuenta para el prāṇāyāma, apenas seis
estrofas para dhyāna, cuando se dedican más de sesenta para hablar
de los nāḍīs. Muy probablemente los autores de la Upaniṣad
pensaron que carecía de utilidad repetir las claras y precisas enseñanzas de
los Yogasūtras sobre cuestiones de técnica, pero que era misión
suya comunicar algunos de los comentarios que les hacía su guru. Así por
ejemplo, en el capítulo consagrado a dhāraṇā (fijación
de la atención sobre un solo punto) no se dice nada sobre la técnica a emplear
para lograr esta inmovilidad del complejo mental, pero enseña que los adeptos
harán bien en utilizar dhāraṇā para reconocer en su
cuerpo la presencia de los cinco elementos con las divinidades que son sus
guardianes. En este terreno, la upaniṣad eligió dar una enseñanza
paralela, complementaria de la que contienen los textos básicos; al hacerlo,
nos transmite, sin duda, las lecciones originales del maestro que dirigió su
elaboración.
El interés de la Yogadarśanopaniṣad
radica, pues, esencialmente en las doctrinas esotéricas referentes a la
anatomía sutil y su analogía con el mundo terrestre: los nāḍīs
son ríos provistos de lugares sagrados (tīrthas). Estos lugares
de peregrinación, frecuentados por los devotos de las diversas sectas
hinduistas, son en el cuerpo sutil puntos privilegiados que deben ser
reconocidos con la ayuda del guru. Igualmente, se relaciona la
circulación del prāṇa en el cuerpo con el paso del sol a
través del zodíaco.
No menos interesante es reparar en
que la Yogadarśanopaniṣad se esfuerza en reconciliar el vedānta
con el yoga; el “leitmotiv” del texto es que ātman es
idéntico a brahman y que éste, siendo esencia pura, trasciende
absolutamente el mundo de los fenómenos; en último término se duda de la
existencia del universo, ya que los autores llegan a afirmar que no existe
mundo fenoménico (X.3), posición extrema que da lugar a la negación de todo lo
que no es brahman: el propia saṃsāra (transmigración)
no es sino una ilusión carente de realidad.
En consecuencia, el “fruto” del yoga
es, para el adepto, tomar conciencia con ayuda de la meditación y otras
prácticas que conducen al samādhi, de que nada existe (fuera de brahman).
Si lo logra adquiere ese estado de soledad trascendental (kaivalya) que
ya los Yogasūtras proponían como objetivo a quienes iniciaban el
camino del yoga.
Texto
CAPITULO PRIMERO: YAMA
I.1. El gran yogui Dattātreya,
magnánimo señor, es él, Viṣṇu, el grande, el de los cuatro
brazos, que reina absolutamente sobre la ciencia del yoga.
I.2. Así pues, su discípulo
favorito, Saṃkṛti Maharṣi, un día que estaba a
solas con su santo guru, inclinándose ante él, le habló juntando las
manos en señal de respeto.
I.3. «Enséñame, señor, esta ciencia
del yoga, con sus ocho miembros, pues sé que conociéndola me convertiré en un
liberado en vida (jīvanmukti)».
I.4. Viṣṇu le
respondió: «escúchame bien Saṃkṛti, te voy a enseñar el
yoga».
I.5. Los ocho miembros son:
abstenciones (yama), observancias (niyama), posiciones (āsana),
control de la energía fundamental (prāṇāyāma),
abstracción sensorial (pratyāhāra), concentración (dhāraṇā),
meditación (dhyāna) e interiorización completa (samādhi).
I.6. Las diez abstenciones son: no
causar daño, comunicarse con sinceridad, no robar, moderación en los placeres
sensuales, compasión, ecuanimidad, fortaleza de espíritu, confianza (en
alcanzar el objetivo), moderación en la dieta y limpieza.
I.7-8. No causar daño a nadie en
acto, palabra o pensamiento, es ahiṃsā, según el veda,
pues ātman está presente en todo, inaccesible a los sentidos, en
todos los seres.
I.8. Reconocer a ātman
en todo es el ahiṃsā verdadero, como afirman los sabios.
I.9-10. Lo verdadero es lo que se
percibe por la visión, el oído y los otros sentidos, pues todo lo que existe es
brahman, como dicen los que saben.
I.11. No codiciar con el pensamiento
el bien ajeno, sea paja, oro, joyas o perlas, es la honradez.
I.12. Y en el ātman no
ver su contrario, es ser más honrado aún: así se expresan los que saben.
I.13. Practicar la moderación
sensual, aplicando tu espíritu sin distracción a la búsqueda de brahman,
y absteniéndote de las mujeres en acto, palabra y pensamiento, incluso de tu
propia esposa, salvo en los días siguientes a la regla.
I.14. Tener compasión es contemplar
al prójimo en acto, palabra o pensamiento, como si fueses tú mismo: así se
expresan los que saben.
I.15. Comportarse siempre de la
misma forma con respecto a cualquiera, hijo, amigo, esposa, enemigo, es
ecuanimidad.
I.16. La octava abstención
(fortaleza de espíritu) es no ceder a la debilidad de encolerizarse contra los
enemigos, aun cuando ellos te provoquen.
I.17-18. Fortaleza de espíritu es
saber que el conocimiento despierta por la renuncia al mundo y el estudio de
las escrituras sagradas, conjuntamente con la fe en lo que afirma el veda:
"yo soy ātman y nada más".
I.19. Se progresará en el camino del
yoga ahuyentando la gula del alimento que se sirve.
I.20-22. Mantener limpio el cuerpo
frotándolo con barro y agua: así se purifica el exterior.
I.21. Pero no hay que olvidar la
pureza de espíritu que consiste en saber que se es puro en el fondo de uno
mismo.
I.22. Pues el ātman es
puro, a diferencia del cuerpo que es impuro: quien lo olvide, aun lavando su
cuerpo, lo perderá todo, como el insensato que, dejando el oro, coge el puñado
de tierra.
I.23-24. El yogui que se sacia con
la ambrosía de conocimiento tras haber abandonado el mundo no tiene ningún
deber que cumplir.
I.24. Si imagina tenerlo no tendría
derecho a ser llamado sabio.
I.25. Conocer ātman es
comprender que no existe nada que valga la pena hacer en el mundo; así pues, es
preciso, por medio de las abstenciones, llegar a comprender el ātman
como idéntico al inmutable brahman.
CAPITULO SEGUNDO: NIYAMA
II.1. He aquí ahora las observancias
(niyama): autodisciplina, contentamiento, creer en lo real, saber dar,
devoción o sumisión a lo absoluto, estudio de sí mismo, humildad, abandono y
repetición de un mantra; te las voy a explicar.
II.2. La autodisciplina, han dicho
los sabios, es ayunar en los tiempos prescritos a fin de mortificarse. Pero más
profunda es la ascesis de espíritu cuando se buscan los “porqués y cómos” de la
transmigración y el método para liberarse de ella.
II.3-5. Es sin duda un bien estar
contento con lo que se gana día tras día, al azar de la vida; pero mucho mejor
es el contentamiento de que se goza por el renunciamiento, hasta conocer a brahman.
II.6. Por la escritura y por la
tradición se está seguro de que el mundo existe: eso es lo que el sabio llama
la creencia en lo real.
II.7. En cuanto a saber dar, es el
hecho de distribuir a los sabios versados en la escritura lo que se ha ganado
justamente o lo que se recibe, por suerte, sin haberlo buscado.
II.8. Cuando el corazón se ha
liberado del deseo sensual y de las pasiones, cuando se habla sin mentira,
cuando se obra sin violencia, puede decirse que se practica realmente la
devoción.
II.9. En cuanto al estudio de sí
mismo, es creer en la realidad del mundo (sat), en el conocimiento
infinito (cit), en la beatitud perpetua (ānanda) y en la
permanencia de brahman.
II.10. La humildad es avergonzarse
de toda acción que el veda o las reglas usuales juzguen mala y que se
haya cometido por debilidad de carácter.
II.11. El abandono es creer sin
restricción ni duda alguna en lo que enseña la escritura y atenerse a ella,
ocurra lo que ocurra, aun cuando el guru intente hacer creer otra cosa.
II.12. La repetición constante de un
mantra (japa) esta prescrita por el veda, los rituales,
los puranas los dharma śāstras y las epopeyas.
II.13-14. Se puede hacer japa
de dos maneras: pronunciando o en silencio; ahora bien, japa
pronunciado, puede ser en voz alta o baja, y si se efectúa silenciosamente,
puede ser murmurado o estrictamente mental.
II.15. Ciertamente, con japa
en voz alta se obtienen los beneficios prometidos por las escrituras, pero el japa
murmurado es más poderoso aún.
II.16. En cuanto al japa
mental, se considera mil veces más eficaz, pues los mantras no dan los
frutos esperados si, por desgracia, los oyen otras personas; por eso, es
preciso hacer japa mentalmente.
CAPITULO TERCERO: ĀSANAS
III.1. Escucha ahora como mantener
las nueve posiciones: svastika, gomukha (cabeza de vaca), padma (loto), vira o vajra (viril o
rayo), siṃha (león), badhra (segura), mukta o siddha (libre o
perfecta), mayūra (pavo real) y sukha (fácil).
III.2. Mantenerse bien derecho con
la cabeza erguida y cruzar de forma adecuada las piernas para colocar los dos pies en el hueco de las
rodillas dobladas; esto es svastikāsana.
III.3. Sentarse directamente sobre
los dos tobillos es vajrāsana.
III.4-5. Colocar los dos pies sobre
los muslos con las plantas hacia arriba, cogiendo el pulgar del pie izquierdo
con la mano derecha y el pulgar del pie derecho con la mano izquierda, es padmāsana,
con la que se vence a la enfermedad.
III.6. Sentarse con el cuerpo
erguido y doblar la pierna izquierda para que el pie toque el muslo; esto es vīrāsana.
III.7. Doblar las piernas sin
cruzarlas y colocar los talones contra el perineo con las manos sujetando los
dos pies, se denomina bhadrāsana.
III.8. Modificar la posición
(anterior) de los dos pies para cruzarlos contra el perineo se denomina siddhāsana.
III.9-10. Colocar las palmas de las
manos en el suelo, con los codos doblados a la altura del ombligo y levantar el
cuerpo horizontalmente, con la cabeza recta y el cuerpo tenso como un bastón,
se denomina mayūrāsana.
III.11. En cuanto a los débiles que
adopten cualquier postura fácil, ésa será para ellos sukhāsana.
III.12-13. Hay que esforzarse en las
posturas, pues si se dominan completamente se reinará sobre los tres mundos.
III.13. No obstante, habrá que
ejercitarse a continuación en prāṇāyāma.
CAPITULO CUARTO: FISIOLOGÍA
SUTIL
IV.1. La medida del cuerpo es de
ochenta y seis dedos; en su centro arde un gran fuego, tan brillante como el
oro fundido.
IV.2. A dos dedos del ano, justo
encima del sexo, está un triángulo (mūlādhāracakra); así
lo explican los que saben.
IV.3. En cuanto al nudo del ombligo
(kanda), se encuentra en medio del cuerpo, a nueve dedos de mūlādhāra;
su diámetro es de cuatro dedos y parece un huevo de gallina; una vaina lo
envuelve, y el ombligo propiamente dicho se ve en su centro.
IV.6. En el nudo del ombligo está
situado suṣumṇā y setenta y dos mil nāḍīs
resplandecen a su alrededor, ¡oh Saṃkṛti!; solamente catorce
son importantes.
IV.7-8. Suṣumṇā,
ida, piṅgala, sarasvati, pusha, varuna, hastijihva, yashasvinī,
alambusa, kuhu, vishvadara, payasvinī, shankhinī y gandhara.
IV.9. Pero tres destacan sobre todo:
suṣumṇā, ida y piṅgala.
IV.10. La más importante de todas,
con mucho, es suṣumṇā, que los adeptos del yoga llaman brahma-nāḍī.
IV.11-12. Dos dedos más abajo que el
ombligo está alojada kuṇḍalinī.
IV.12. Está formada por tierra,
agua, aire, fuego, éter, pensamiento (manas), personalidad (ahaṃkāra)
e inteligencia (buddhi).
IV.13. Ella es quien gobierna la
acción de los diez alientos vitales (prāṇa) y la asimilación
de los alimentos en torno al nudo del ombligo; enroscada sobre si misma, tiene
la boca colocada sobre el agujero de brahman.
IV.14. A su izquierda esta ida;
piṅgala se encuentra a su derecha.
IV.15-17. Al lado de suṣumṇā
se encuentran kuhu y sarasvati; gandhara y hastijihva
corren paralelas a ida por delante y por detrás, envueltas, a su vez,
por varuna, pusha y yashasvinī; shankhinī
envuelve a gandhara. Tendida desde el ano hasta el ombligo se ve, por
último, a alambusa.
IV.18-19. Paralela a suṣumṇā,
del color de la luna llena, esta kuhu; ida y piṅgala
llegan hasta la nariz, a la altura de las dos fosas nasales; yashasvinī
llega al pulgar del pie izquierdo; pusha va hasta el ojo izquierdo,
paralela a piṅgala.
IV.20-22. Payasvinī
alcanza la oreja derecha y sarasvati la lengua; hastijihva va hasta
el pulgar del pie derecho; finalmente, gandhara llega al ojo derecho,
mientras que vishvadara se queda en el nudo del ombligo.
IV.23. Hay diez alientos vitales que
los yoguis denominan: prāṇa, apāna, vyāna, samāna,
udāna, nāga, kūrma, krikara, devadatta y dananjaya.
IV.24-25. De estos diez, cinco son
importantes: prāṇa, apāna, vyāna, udāna y samāna;
pero, a su vez, de estos cinco, destacan dos: prāṇa y apāna,
a los que profesan culto los grandes yoguis; no obstante, prāṇa
es el principal.
IV.26. El prāṇa es
omnipresente; en la garganta, la nariz, el ombligo y el corazón, reside
permanentemente.
IV.27. Apāna, por su
parte, reside en el ano, los muslos, las rodillas y, en general, la parte
inferior del cuerpo, hasta el ombligo.
IV.28. Vyāna está en la
cabeza, las orejas, los ojos, el cuello y, en general, hasta la altura de los
hombros.
IV.29. Udāna habita los
miembros y samāna todo el
cuerpo; los otros cinco alientos vitales habitan la piel, los huesos y la
carne.
IV.30-32. La función de prāṇa
es regular la respiración y la tos; la de apāna las excreciones, vyāna
produce los sonidos; samāna reúne, y udāna hace
levantarse; ésta es la enseñanza.
IV.33-34. Nāga hace eructar;
dananjaya llena el vientre; kūrma permite cerrar los ojos;
el hambre viene de krikara; en cuanto a devadatta, ¡oh Saṃkṛti!,
es el que nos produce el sueño.
IV.35-38. Los dioses reinan sobre
los nāḍīs: el dios de suṣumṇā es
Śiva, Viṣṇu es el de ida y Brahma
de piṅgala; a Viraj la sarasvati, a Pusan el nāḍī
pusha y a Vāyu varuna; la hastijihva a Varuna,
la yashasvinī al sol; Varuna custodia también la alambusa,
y el dios del hambre kuhu; la luna reina sobre los dos nāḍīs
gandhara y shankhinī, Prajāpati sobre payasvinī,
y Soma sobre vishvadara.
IV.39-42. En ida se mueve la
luna, y el sol en piṅgala; por eso, cuando el prāṇa
de piṅgala entra en ida, se dice que se orienta al norte;
se orienta al sur cuando, por el contrario, el aliento va de ida a piṅgala.
La luna y el sol se unen en el interior del cuerpo cuando el aliento reside
allá donde se encuentran los dos nāḍīs, ida y piṅgala.
IV.43-45. Es el equinoccio de
primavera cuando el aliento esta en mūlādhāra y es el
equinoccio de otoño cuando el aliento está en la cabeza. El prāṇa,
como el sol, recorre los signos del zodíaco, cada vez que se inspira, se
retiene el aliento y finalmente se espira.
IV.46-47. Por último, un eclipse de
luna se produce cuando el aliento llega a la sede de kuṇḍalinī
siguiendo el conducto de ida; y, cuando sigue el de piṅgala
para llegar a kuṇḍalinī, es un eclipse de sol.
IV.48-49. El monte Meru está
en la cabeza y Kedara (monte del Himalaya) está en la frente; has de
saber que entre los dos ojos cerca de la nariz está Benarés; Kurukṣetra
(campo de batalla en la Bhagavadgītā) se halla en el
pecho; en el corazón está la confluencia de los ríos sagrados Ganges, Yamuna
y Sarasvati; el kamalalaya, por fin, se sitúa en la base de la
columna vertebral.
IV.50. Preferir los tīrthas
(lugares de ablución) reales a los que oculta el cuerpo, es preferir vulgares
lentejuelas a diamantes depositados en la mano.
IV.51. Tus pecados serán borrados,
aunque hagas el amor con tu mujer o, incluso, con tu propia hija, si practicas
las peregrinaciones en tu cuerpo, de un tīrtha a otro.
IV.52. Los verdaderos yoguis que
profesan un culto a su ātman no necesitan tīrthas de
agua ni dioses de madera y de barro.
IV.53. Los tīrthas del
cuerpo sobrepasan infinitamente a los del mundo, y el tīrtha del alma
es el más grande: los demás no son nada junto a él.
IV.54. El espíritu, si está
manchado, no puede ser purificado en los tīrthas en que se baña.
IV.55. Lo mismo que un jarro que
contiene alcohol no será purificado por el agua, aun cuando lo lavases cien
veces.
IV.56. Sin embargo, el agua del
conocimiento, impartido por los maestros de yoga purificará el espíritu
manchado, pues es la de un verdadero tīrtha.
IV.57. Śiva habita en tu
cuerpo: serías necio adorándolo en las imágenes de piedra, o de madera, con
ceremonias, devociones, votos o peregrinaciones.
IV.58. El verdadero yogui mira en sí
mismo, pues sabe bien que las imágenes son talladas para ayudar a los
ignorantes a aproximarse al gran misterio.
IV.59. El único vidente verdadero es
el que ve el brahman real, único y sin segundo, como idéntico a su ātman.
IV.60-63. Y después, por el
renunciamiento, comprenderás: yo soy ātman; entonces verás que el ātman
habita en el fondo de todos los seres; y la visión del omnipotente, del supremo
brahman imperecedero, te librará de todo dolor.
CAPITULO QUINTO: PURIFICACION
DE LOS NĀḌĪS
V.1-2. Habiendo ajustado tu actitud
a lo que enseñan las escrituras sagradas, habiendo purificado todo exceso de
sensualidad y aprendido lo que es el yoga, con espíritu sereno y veraz, podrás
iniciar la práctica.
V.3-6. Afírmate en ātman,
escucha bien lo que enseñan los maestros, instálate en un ashram situado
en un lugar agradable en lo alto de una colina, a orillas de un rio, o en un
bosque, no lejos de un bosquecillo de bilva (árbol sagrado), y
ejercítate en las posturas, cuidando tener el cuerpo recto, inmóvil y con la
boca cerrada. Fijando los ojos en la punta de la nariz, verás en ella el disco
de la luna, destilando gota a gota la ambrosía.
V.7-9. Introduciendo el aire
inspirado por ida hasta el vientre, meditando sobre el fuego que arde en
medio del cuerpo, percibirás en ti mismo el sonido (nada) perpetuo;
entonces, expulsarás el aire por el canal de piṅgala.
V.10. Luego harás lo mismo
sustituyendo ida por piṅgala; practica así al menos tres
veces al día y seis tandas cada vez.
V.11. Así lograrás purificar tus nāḍīs;
tu cuerpo se tornará luminoso, resplandeciente, a causa del fuego interior, y
oirás claramente el sonido místico.
V.12. Tendrás entonces que purificar
el propio ātman.
V.13. En efecto, aunque eternamente
puro, luminoso y hecho de beatitud, tu ātman esta como oscurecido,
manchado por la suciedad de la ignorancia.
V.14. Gracias al conocimiento
verdadero, podrás quitar el fango y devolverle su pureza.
CAPITULO SEXTO: PRĀṆĀYĀMA
VI.1-6. He aquí el control del
aliento;
VI.2. Es preciso saber que los tres
tiempos que acompasan su respiración no son otros que los fonemas que
constituyen el praṇava (AUM).
VI.3. Cuando haces descender el aire
hasta tu vientre por ida, medita en la letra A, durante al menos
dieciséis medidas.
VI.4. Cuando retienes el aire en ti,
medita en la letra U, durante al menos dieciséis medidas, al tiempo que
haces resonar OM.
VI.5. Y cuando rechazas el aire por
el canal de piṅgala, medita en
la letra M, procurando ocupar treinta y dos medidas.
VI.6. Ese es el verdadero prāṇāyāma.
VI.7-10. Haz descender de nuevo el
aire por el canal de piṅgala, meditando en la letra A,
durante al menos dieciséis medidas. Retén luego el aire dentro, meditando en la
letra U y esforzándote en retener el aire durante sesenta y cuatro
medidas repitiendo el praṇava. Y, para terminar, expulsa el aire
siguiendo el canal ida, meditando en la letra M durante al menos
dieciséis medidas.
VI.11. Si practicas este control
durante seis meses, serás maestro; al cabo de un año, verás a brahman;
por eso, debes esforzarte sin cesar.
VI.12-14. Inspirar el aire es puraka; retenerlo como se llena una
olla, es lo que se llama kumbhaka; la espiración se llama recaka.
El control hace transpirar; es el efecto menos interesante; con mayor práctica
hace temblar; los que mejor lo ejecutan adquieren el poder de levitación;
cuanto mejores son, más se elevan.
VI.15-17. Mediante el control es
cierto que purificas a fondo tu espíritu; entonces tu gloria se distingue
rodeando tu cuerpo de luz. El espíritu y el aliento se unen y se establecen en ātman;
entonces es cuando, impulsado por el control, puede elevarse el cuerpo del
adepto.
VI.18. Por el saber así adquirido se
consigue la liberación del saṃsāra (cadena de renacimientos);
se puede entonces abandonar puraka y recaka, y limitarse a kumbhaka;
todos los pecados se borrarán y se obtendrá el conocimiento más elevado.
VI.19. Por el prāṇāyāma
el espíritu se torna claro y sutil, los cabellos grises recuperan su color,
nada hay que no se pueda lograr. Por eso debe practicarse una y otra vez el
control del aliento.
VI.20-24. Si practicas el control
del aliento inspirando profundamente el aire, al alba y en el crepúsculo, antes
de que amanezca, o al mediodía si lo prefieres, retén tu aliento en la punta de
la nariz, en el ombligo o en los dedos de tus pies, y lograrás vivir cien años.
Pues el aliento está bien dominado si se retiene en la punta de la nariz; si lo
retienes en el ombligo, la enfermedad no hará presa en ti, y si es mantenido en
los dedos de los pies, tu cuerpo se tornará brillante.
VI.25-30. Bebe el aire inhalándolo
por la boca con ayuda de la lengua: no tendrás jamás sed ni hambre y no
conocerás jamás la fatiga. Si mantienes el aliento en la raíz de la lengua,
podrás beber la ambrosía y conocerás la verdadera felicidad. Inhalando por ida
y conservando el aliento entre las dos cejas, beberás el néctar y mantendrás
siempre tu cuerpo con buena salud. Ayudándote con las dos nāḍīs
(ida y piṅgala) y conduciendo el aire hasta el ombligo,
serás preservado de todo mal. Y si durante un mes entero bebes el néctar gota a
gota, inhalando el aire tres veces al día y conservándolo conforme a las reglas
en un punto elegido de tu cuerpo, ningún mal procedente de los vientos o la
bilis podrá jamás herirte.
VI.31. Las enfermedades de los ojos
son curadas por el aliento en la frente, así como las de los oídos por el
aliento retenido en los oídos, y las jaquecas por el aliento retenido en el
fondo de la cabeza.
VI.32-35. Así, en la postura llamada
svastikāsana, teniendo bien dominado el espíritu, haciendo ascender
suavemente apāna y repitiendo el praṇava, el adepto
debe, con sus manos, aislarse del mundo exterior; sus pulgares cerrarán sus dos
oídos, sus índices cerrarán sus ojos y otros dedos sus dos fosas nasales;
mantendrá así el apāna en el interior de su cabeza hasta conocer la
beatitud, pues el aliento alcanzará entonces la puerta de brahmaraṅdhra.
VI.36-51. En ese momento, el sonido
(nada, bajo la forma de la sílaba mística OM) se manifestará de
pronto como si se soplara en una caracola; será luego como un trueno y, cuando
el aliento llegue por fin a lo alto de la cabeza, oirás el fragor de una
cascada de montaña, y tu ātman, complaciéndose en este ruido, se
mostrará en verdad a ti...
CAPITULO SÉPTIMO:
PRATYĀHĀRA
VII.1-4. Escucha ahora lo que se
llama la retirada de los sentidos; consiste en obligar a éstos, de forma expresa,
a volverse sobre sí mismos, mientras que su verdadera naturaleza es dispersarse
en el exterior. Por otra parte, la verdadera retirada de los sentidos es ver el
brahman en todas las cosas, como enseñaban los ṛṣis.
Hagas lo que hagas, bueno o malo, hazlo hasta el día de tu muerte percibiendo
en ello el brahman; eso es la retirada de los sentidos.
VII.5-9. Celebrar el ceremonial de
los ritos solemnes o domésticos según las reglas del veda y percibir en
ellos el brahman: eso es la retirada de los sentidos. Puedes conducir
también el aliento por tu cuerpo, de un lugar a otro, desde los dientes hasta
la garganta, o desde la garganta al pecho, desde el pecho hasta el ombligo y
desde el ombligo hasta mūlādhāra, donde mora kuṇḍalinī;
hasta las caderas y los muslos, hasta las rodillas, las pantorrillas y hasta
los dedos de tus pies; eso también es la retirada.
VII.10-14. Si obras así, se
desvanecerán tus pecados y desaparecerán tus enfermedades, como enseñan los que
saben...
CAPITULO OCTAVO: DHĀRAṆĀ
VIII.1. Y ahora dhāraṇā,
de la que conocemos cinco clases, referentes a los cinco elementos con sus
homólogos corporales. En el espacio en el centro del cuerpo debe mantenerse el
espacio exterior y, del mismo modo, el aire exterior debe ser mantenido en el prāṇa
y el fuego en el fuego del abdomen; se deben mantener también las aguas en los
líquidos del cuerpo y la tierra en las partes terrosas; eso es dhāraṇā,
¡oh Saṃkṛti!
VIII.3-4. Pronuncia el mantra
YAM-VAM-RAM-LAM en el orden adecuado; este tipo de dhāraṇā
te librará del pecado. Desde los pies hasta las rodillas, el cuerpo pertenece a
la tierra; de las rodillas al ano, es el agua; desde ahí hasta el corazón, es
el fuego, y el aire hasta el centro de la frente; la cabeza pertenece al
espacio (ākāśa).
VIII.5-6. En la tierra se ve brahman.
Viṣṇu en la parte acuosa. Maheśvara (Śiva)
habita en el fuego. Īśvara habita en el aire y Śiva
en la parte de tu cuerpo que pertenece al elemento espacio.
VIII.7-8. Puedes, también, si lo
prefieres, meditar solamente en Śiva para liberarte de todo mal; lo
verás en tu ātman lleno de sabiduría y beatitud, morando en puruṣa,
principio único de este mundo.
VII.9. Y con todo tu espíritu
mirando fijamente al no-manifestado, carente-de-forma e indefinible,
comprobarás que el principio único, bajo la forma del praṇava, no
es otro que tu ātman; es entonces cuando, retrayendo tus sentidos,
te unirás a tu ātman.
CAPITULO NOVENO: DHYĀNA
IX.1-2 Pasarás entonces a la
meditación profunda, por la que se destruyen para siempre los lazos de la
transmigración (saṃsāra). Con humildad absoluta, se medita
sobre el señor, el brahman-verdad-realidad, el brahman-pura-trascendencia.
Así, el verdadero yogui, libre de las leyes de la existencia, para siempre
casto y viviendo todas las cosas, medita sobre īśvara,
comprendiendo “yo soy él”.
IX.3-5. Y puede meditar también
sobre Īśana, la verdad, el conocimiento no dual, puro, eterno
y sin pasado, lo mismo que sin presente ni futuro; sutil, incognoscible,
imperceptible, sin olor ni sabor, no mensurable; el único que no es otro que ātman,
ser-conciencia-beatitud (sat-cit-ānanda).
IX.6. Comprendiendo “yo soy este brahman”,
alcanzarás la liberación.
CAPITULO DÉCIMO: SAMĀDHI
X.1-2. Cuando aparece en ti el
conocimiento verdadero de la unidad de tu ātman con el ātman
cósmico, es lo que se llama samādhi, pues el ātman es
en verdad idéntico al brahman omnipresente, perpetuo, único y sin
segundo.
X.3. Puedes así comprender que sus
formas son ilusorias; no es dualidad, ni mundo fenoménico, ni tampoco
transmigración.
X.4. Así como el espacio dentro de
la olla no es distinto del espacio que la rodea, así también no hay más que un ātman,
y solo los ignorantes lo llaman jivātman o īśvara.
X.5-6. Debes decirte en verdad: “yo
no soy ni cuerpo, ni aliento vital, ni sentidos, ni pensamiento, ni ninguna
otra cosa; pues yo soy el testigo único; ¡yo soy Śiva!, ¡yo soy Śiva!
Sí, yo soy el brahman; soy extranjero en este mundo, no hay nadie junto
a mí. Así como la espuma y las olas nacen en el océano y en él se disuelven,
así también, el mundo nació de mí y en mí se disuelve”.
X.7-8. El que sabe eso alcanza de
golpe la inmortalidad convirtiéndose en puruṣa. Y la conciencia
universal, omnipresente y luminosa, resplandece en su corazón: así alcanza el brahman.
X.9-11. Si no ve nada más que “eso”,
permaneciendo siempre en samādhi, es para siempre el brahman
y ve su alma en él; el mundo se desvanece entonces; ya no queda más que la
alegría.
X.12. Calló entonces Dattātreya,
y Saṃkṛti, ya apaciguado, buscó refugio en su alma y no
conoció más la inquietud.
Tal es la upaniṣad.
Amṛtabindu | (YOGA)
DARŚANA
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